En nuestros hogares, todos acostumbramos a encender los equipos electrodomésticos, sin que nadie nos pregunte quiénes somos o con qué derecho usamos la energía. Espiritualmente ocurre de la misma manera: el poder, las bendiciones y las promesas de Dios se encuentran a la disposición de todos sin establecer diferencias de ninguna clase. Lo único que se necesita para alcanzarlos es la fe.
Una mujer fue sanada de un flujo de sangre al tocar a Cristo en secreto. Él no sabía quién le había tocado, pero cuando ella lo admitió, Jesús le dijo: “Tu fe te ha salvado”. Su sanidad se encuentra disponible a todo aquel que realice el contacto de fe. Pedro, aun después de haber tratado con Jesús durante tres años, aprendió que el contrato de Dios con la raza humana contiene una gloriosa cláusula que no discrimina a nadie. Conoció a un soldado romano y a otros que venían con él, fuera del territorio de Israel, y supo que Dios había contestado sus oraciones, lo cual dejó a Pedro asombrado, siendo él un judío estricto, y dijo: “Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia” (Hechos 10:34-35). En esto consiste el maravilloso carácter de la fe cristiana y del Señor, quien no hace acepción de personas. El Evangelio recibe y abraza a todo el que lo desee.
La fe constituye el pasaporte, la visa y la carta de entrada al Reino de Dios, los cuales no se obtienen mediante normas y reglas de alguna organización. Nadie tiene derecho a señorear sobre los cristianos y hacerles entrar hacia las bendiciones de Dios por una pequeña puerta de su propiedad, dictándoles cómo deben vivir sus vidas. Solamente la fe puede abrir la puerta, no una vida conformada según las ideas de algunas personas en cuanto a lo que es bueno o malo, ejerciendo el control opresivo, disfrazándolo como “protección y cuidado”. Cada uno de nosotros es responsable por su propia vida, y no podemos alabar o culpar a nadie por decirnos lo que teníamos que hacer.
Los grupos religiosos que requieren sumisión personal a un líder, no constituyen iglesias, sino sectas. Una iglesia contiene toda clase de personas de diferentes grados de progreso espiritual. La única presión debe ser la exhortación a someterse a La Palabra de Dios. Si los miembros de la iglesia comienzan a inclinarse ante las órdenes de un líder, no están haciendo otra cosa más que ir en pos del culto a la personalidad. Existe un gran peligro cuando se exalta a una persona por poseer una relación con Dios más estrecha de lo normal.Ni aún Cristo, el verdadero Maestro, interfirió en las simples decisiones de sus seguidores, sino que les permitió desarrollar sus propios asuntos conforme a la sabiduría humana. Cristo no dio órdenes, pues no era un dictador. No le dijo a nadie dónde debía vivir o trabajar, dónde debía ir, qué hacer con su dinero o sus propiedades, ni con quién debía casarse. Los discípulos servían a Cristo por amor, y harían cualquier cosa por Él, sin embargo, Él nunca presumió ni se aprovechó de ellos.
Cuando hablamos acerca de la fuente de energía, cualquiera puede conectarla, lo cual es cierto, pero en Cristo no somos cualquiera, sino que todos tenemos un valor, hasta el ladrón que colgaba en la cruz. Cristo nunca trató a las personas como “las masas”. Las compañías de electricidad en la Tierra nos tratan como anónimos, para ellos no somos más que consumidores desconocidos, pero conectarnos por fe a la fuente espiritual no constituye un vínculo a ciegas, sino que al acercarnos, todos somos reconocidos por nuestro nombre. Algunas personas hablan sobre el amor a la humanidad pero odian a su vecino. Jesús vino para salvar al mundo y amó aun a sus enemigos. Esto constituye una verdad simple que todos conocemos, pero quizás podemos ver algo especial en ella.
La Biblia hace énfasis en cambiar las naciones de todo el mundo, pero principalmente nos habla de la manera en que Dios trata con las personas, como Abraham, Jacob, José, Moisés, Davis, los reyes y profetas. Jesús no predicó sermones tan solo esperando que tuvieran un buen efecto general, Él escogió personas a quienes les encomendó las tareas necesarias. Los evangelios destacan a muchos de manera individual, aun sin mencionar sus nombres, convirtiéndose en personas imprescindibles para dar a conocer verdades espirituales.
Cuando creemos se produce un vivo contacto con un área vital de Dios. Existen áreas comunes, pero maravillosas en el corazón de Dios, como el perdón, la restauración y la salvación, pero cada persona establece un contacto que es único. Cada creyente conoce a Dios en una forma que nadie más lo hace, pues Dios es infinito y los aspectos de su naturaleza son interminable. Podemos conocerle a través de sus insondables profundidades, pero cada persona es diferente, y todos venimos de Dios, moldeados y conformados según su voluntad, especialmente por el nuevo nacimiento, pero “a su imagen”. Solo podemos conocer una pequeña parte de Dios, pues nos encontramos conectados solo con una minúscula porción de su naturaleza, la cual corresponde con la nuestra. En el océano de Dios existe un lugar privado para cada uno de nosotros y para nadie más.
Existe en cada uno una parte especial que solamente puede ser satisfecha cuando nos acercamos a Dios, quien llega hasta lo más profundo de nuestro corazón. Nunca debemos conformarnos con seguir otro camino, pues a Dios no lo podemos sustituir, ya que Él nos diseñó para que fuéramos dependientes de Él. Él es “mi Dios” para cada uno de nosotros. Cada persona posee una naturaleza diferente con pensamientos diferentes, pero Jehová es Dios para todos por igual.
Toda un área de la actividad de Dios comienza a funcionar cuando alguien comienza a creer, porque cada uno cree en Él de acuerdo a su propia experiencia. Cuando no creemos, falta un eslabón en la cadena de Dios. No somos extranjeros que necesitan una visa para entrar al Reino. El Señor no es un dios, o el Dios, ni aún el Dios de Abraham. Él es miDios, y se presenta a cada uno de nosotros como personas individuales. Cuando nos acercamos a Él con fe es como si llegáramos a nuestro hogar y nos hubieran estado esperando con todo listo para cuando comencemos a creer.
La Biblia no constituye otro libro histórico para recopilar eventos nacionales. Ella describe la forma en que Dios se ha relacionado con personas como David, Daniel, Natanael, Lázaro y Simón Pedro. No existe una relación con Cristo de manera común. Cada hombre y cada mujer establecen una relación especial con Él que nadie más puede disfrutar. Esto es a lo que llamamos una relación de fe, en la que cada quien cree en Dios de acuerdo a su propia experiencia, pero conforme al plan de Dios. No debemos tratar de ser otro Pablo, Wesley o Wigglesworth. Dios simplementenos pide que creamos, confiemos y dejemos guiarnos por Él. Y Él se encargará de todos los problemas, a nosotros nos corresponde seguir adelante.