Lubert Pulval
Lubert Pulval vive la parranda margariteña con intensidad, porque desde niño se crió en un ambiente alegre y festivo que emergía de su natal población de La Fuente. Admite, años después, que todavía cuando sube al escenario con sus compañeros de la agrupación Parranderos de la Paz, disfruta al máximo el momento y hasta de las ocurrencias del show, el retumbe del tambor, el charrasco, el cuatro y el furruco. Inigualable cada experiencia y con sabor.
Dentro del ambiente artístico, en efecto, Pulval se ha dado a conocer más como director musical y productor de Parranderos de la Paz, una agrupación con 17 años de fundada y siete producciones discográficas.
Sin embargo, hay una faceta personal que ahora descorre también con intensidad, como lo es su condición de cristiano, convencido y agradecido de las manifestaciones de Dios en cada instante de su existencia.
Entre tantos episodios, Pulval tiene grabados en su memoria el caudal de aplausos que le prodigó el público margariteño, en su reciente concierto “Celebrando su fidelidad”. El evento tuvo como escenario La Asunción y del Centro de Arte, él salió más convencido que la música es una creación de Dios.
-Este evento mostró una faceta de mí que quizás mucha gente desconocía, o no conoce, y es mi acercamiento a Dios. Todo el repertorio que interpretamos allí fue de contenido cristiano básicamente.
Confiesa que desde que cursó estudios de licenciatura en Arte en Caracas, a la par comenzó dentro de sí mismo una búsqueda espiritual que lo llevó hasta la Iglesia Bautista “Vida con propósito”.
Grabó un CD cristiano y tiene en planes otro con temas inéditos, incorporando instrumentos afrovenezolanos como tambores, que en cierta forma han sido hasta ahora “vetados” por la iglesia.
Sin embargo, a conciencia de que la música, en todos sus ritmos, “es una creación divina y sin prejuicio alguno”, opta por grabar con esa variedad de estilos. “No importa el ritmo, sino el contenido”, afirma.
Más aún si se inspira en la riqueza de la música venezolana, desde los valses, la onda nueva, el joropo, el estribillo, los merengues, las gaitas o la jota margariteña.
Pro fondos
Su último concierto como solista ha sido además propicio para terminar de recaudar los fondos que necesitaba a objeto de adquirir una prótesis que requería.
En 2015 se le detectó un tumor en el maxilar superior izquierdo y debió someterse a una maxilectomía total; una de las intervenciones quirúrgicas indicada para el tratamiento de las neoplasias de la región facial.
Incluyó la pérdida de la dentadura y colocación de una prótesis temporal. El diagnóstico inicial era que no podría volver a cantar y quizás ni a masticar normalmente, pero allí radica lo que considera un milagro porque tras aquella operación todo fluyó, sin cabida a esos pronósticos.
-Era como si Dios me decía: “Quédate tranquilo; de ésta vas a salir, porque yo te voy a dar la victoria”, y así salí masticando y cantando del Hospital Oncológico “Padre Machado” de Caracas -dice Pulval, mientras su esposa Gracielis Villarroel, con quien está casado desde hace siete años, bromea: “Y hasta quería comer pizza”.
Además de Dios, Lubert Pulval agradece la actuación de Rebeca Muñoz, ortodoncista maxifacial, y tras dos años de esa intervención, ahora requería la prótesis definitiva. Para ello realizó dos conciertos pro fondos, con lo cual ha logrado el objetivo y a finales de este mes, le será colocada dicha prótesis.
CIiego con orgullo
Este cantante y compositor margariteño no se amilana en la vida. Su condición de invidente no le ha restado ímpetu para superarse.
Relata que su ceguera (no ve despectivo este término) se produjo cuando a los dos años se vio afectado por un retinoblastoma (cáncer en la retina); de hecho, indica que el tumor que luego le detectaron en 2015 ha sido producto de las radiaciones de ese tratamiento oncológico.
-En el mundo de los ciegos, casi todos nos conocemos; es como un pueblo, dentro de una sociedad que a veces no está tan sensibilizada hacia nuestra condición.
Indica que así como él tiene talento musical y aptitudes artísticas, otros ciegos poseen habilidades hasta para cocinar muy bien y nadie se imagina, por ejemplo, que una pareja de ciegos puedan vivir solos e independientes. Por eso los admira y se siente orgulloso de tal condición.
Entre una y otra parranda se vive…
Lubert Pulval nació en Margarita el 4 de octubre de 1980. Es licenciado en Artes (UCV) y toca varios instrumentos. Como solista grabó “A como dé lugar” (2009) y “Mi Legado, Tu Presencia” (2015). Es productor y director musical de Parranderos de la Paz, que tiene siete producciones discográficas: “Folclor de Vanguardia” (2005); “Frenando en el hierro” (2006); “Entre Burra y Burra” (2007); “20 éxitos con los Parranderos de la Paz” (2008); “10 Años y Piquito” (2009); “Toma lo que te mandó Ñola” (2013) y “Tendencia”, presentada en 2016.
-La denomino ‘parranda margariteña’, porque en Aragua o el Zulia, por ejemplo, es una parranda distinta a la de Oriente. La diferencia es la instrumentación. En la parranda central se utilizan un tambor que se llama el pujao; la paila, que es otro de percusión; la güira, que es una charrasca grandota de metal, y el tres cubano que se incorpora a veces.
Aquí en la Isla se utiliza el furruco, el tambor, el charrasco, que es diferente a la güira, porque el charrasco es de bronce o de cobre, más corto y más angosto, como tubular y más parecido a la charrasca de gaitas. Eso es una diferencia fundamental. En cuanto al canto, son letras más típicas de las vivencias margariteñas -explicó Lubert Pulval.
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