Extiende tu mano desde lo alto; rescátame y líbrame de las muchas aguas
Extiende tu mano desde lo alto; rescátame y líbrame de las muchas aguas, de la mano de extranjeros cuya boca habla falsedad y cuya diestra es diestra de mentira.
Salmos 144:7-8 (LBLA)
Cambiador del Mundo: Cuando en verdad conocemos que Dios es nuestro Padre y nosotros nos comportamos como Sus hijos, tenemos entonces la confianza de acercarnos a Él y pedirle como el Rey David lo hace en este Salmo que extienda Su mano desde lo alto para rescatarnos y librarlos de las muchas aguas o sea de las muchas situaciones y problemas profundos que estemos pasando. También podemos pedirle que nos libre de los extraños, de todos aquellos cuya boca habla falsedad en su diario vivir calumniando, engañando, chantajeando y sembrando discordia sobre todo entre el Cuerpo de Cristo. Contar con la Palabra de Dios la Santa Biblia, es un regalo invaluable de parte del Señor porque todos los días y a cada instante podemos recurrir a ella y tomar consejo, no importa si has leído antes ese versículo porque en cada problema te hablará y brillará de diferente manera, como cuando un diamante es expuesto a la luz y podemos contemplar su belleza. A ese nivel nosotros debemos valorar el consejo del Altísimo ante cada situación y temporada de nuestra vida aquí en la tierra, que comparada con la eternidad resulta nada. Por eso aunque estamos viviendo en este mundo, no pertenecemos a él (Filipenses 3:20), porque todo aquí es pasajero y tarde o temprano un día se acabará y no quedará piedra sobre piedra como dijo nuestro Señor Jesucristo (Mateo 24:2, Marcos 13:2, Lucas 21:6). Así que pidámosle hoy a Dios que nos dé más hambre y sed de Él y de Su Palabra y como dice el libro de los Hechos, que podamos escapar de esta generación maligna y perversa (Hechos 2:40) y si todavía hay alguien que no conozca a Cristo, el Apóstol Pedro dijo: arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados y para que vengan tiempos de refrigerio y reciban el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38, Hechos 3:19). Cristo en nosotros la esperanza de gloria que cambia el mundo (Colosenses 1:27). Aleluya.
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