La extrema derecha aumenta su penetración en América Latina a través de los medios sociales; la pandemia, los miedos que suscita y la falta de supervisión en la red solo la alimentan más.
“Las redes sociales potenciaron lo bueno y lo malo de nuestras sociedades. Pero los algoritmos son astutos y saben, tanto como los medios, que lo malo vende más que lo bueno”, dice el periodista argentino Julio López, quien se ha especializado en la detección de manifestaciones de odio en la red de redes.
Efectivamente, en los últimos cinco años se ha registrado un aumento exponencial del terrorismo transnacional violento de extrema derecha, como corrobora un informe del Counter Extremism Project, organización que investiga acciones terroristas en el continente latinoamericano. También un informe de Naciones Unidas apunta en la misma dirección: el terrorismo de ultraderecha aumentó un 320{6bc1edaba65d9067eae0bbe76f90826372e11dfa337018c72058c993d9f63477} en el último quinquenio.
“En la actualidad, las redes sociales les ofrecen un instrumento de fácil uso, de costo cero y de dispersión mundial. Tanto Facebook como Google y Twitter aportan todo su talento y tecnología para que el odio tenga cada vez más suscriptores y followers” asegura López. La extrema derecha aumenta su penetración en América Latina de manera alarmante; propulsada por las redes sociales. Las plataformas destinan menos recursos para controlar el odio en regiones emergentes.
“Ningún medio de prensa tradicional es tan internacional como los grupos de odio que unidos por un mismo idioma, no entienden de diferencias culturales. Argentina, México, Perú, Guatemala, España y Colombia comparten estos mismos grupos cuyo odio se enfoca en anti vacunas, anti aborto, antisemitismo…” confirma López.
Utilizan la red para exponer sus ideas, reclutar seguidores, chatear, vender y comprar su parafernalia y, como a tantos otros colectivos y personas, la libertad que ofrece Internet también sirve a los grupos neonazis para difundir su ideología y organizarse.
“Intentar que estos gigantes tecnológicos (Youtube, Google) den de baja este tipo de material es prácticamente imposible”, señaló el periodista tecnológico e investigador, por lo cual, creó un algoritmo propio para analizar y corroborar el antisemitismo y la incitación a la violencia de aquellos canales y exponerlos.
Covid-19, la oportunidad de “salvar a la raza blanca”
La pandemia del Covid-19 ha servido de protección y expansión de estos grupos de odio y difundir sus consignas. Diferentes sectores ultraderechistas están intentando sacar partido de la crisis infecciosa global y hasta alientan a emplear el propio virus como arma. Se sabe que varios grupos neonazis han animado sus miembros enfermos a contagiar las fuerzas de seguridad, por ejemplo.
El Comité Antiterrorista de la ONU emitió una alerta recientemente advirtiendo de la masiva difusión de mensajes conspiracionistas de la extrema derecha en la red cuyo objetivo es planear y llevar a cabo acciones violentas.
Hay una cifra significativa: en solo tres meses, un grupo de 34 portales conspiracionistas sobre Covid-19 consiguieron 80 millones de interacciones en Facebook, según señala el informe de alerta de la ONU. Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), tratando de proporcionar información verídica, solo consiguió 6,2 millones de interacciones.
Sus mensajes son variados: sembrar la idea de que el Covid-19 es una herramienta para conseguir el “gran reemplazo”, es decir, eliminar a la población blanca; alertan de las infraestructuras 5G como vehículo de transmisión, de que es un plan para hundir la economía, de que se están enviando inmigrantes infectados para diseminar el virus, e incluso lo relacionan con poderes ligados al sector sanitario.
Internet como campo de batalla.
En el análisis de López de por lo menos dos canales de este tipo, el periodista señala que “con solo picar algunos de los vídeos, el odio a los judíos emergía abiertamente, lo mismo que la fijación antivacuna y evidentes llamados a la violencia o al alzamiento hacia las instituciones gubernamentales”.
En su investigación, estudio tres mil vídeos de una de esas plataformas utilizando herramientas de detección de discursos de odio. Una de sus conclusiones fue que la palabra “judío” fue mencionada en más del 40{6bc1edaba65d9067eae0bbe76f90826372e11dfa337018c72058c993d9f63477} de los vídeos estudiados de manera estigmatizante, en contextos en los que vinculaban la palabra “judío” a finanzas, dominio del mundo o control empresarial.
López indica que las expresiones eran dichas por supuestos expertos o conferenciantes y que, a todas luces, es evidente que se busca desacreditar y descalificar a esa porción de la población, como colectivo y también a sus individuos.
Basta con navegar en Internet para comprobar la impunidad con que actúan. En redes sociales como Facebook no resulta complicado encontrar grupos antisemitas. Algunas de estas páginas son eliminadas cuando se descubren, pero muchas otras siguen activas, pese a que a través de ellas se envían mensajes xenófobos, racistas, homófobos, fascistas y antisemitas. “Sólo se actúa contra estos grupos en ocasiones muy concretas. No todos los ciudadanos virtuales somos iguales, Latinoamérica es para las plataformas también el tercer mundo” asegura López.
En su lucha constante por erradicar los grupos de extrema derecha en Argentina, la investigación periodística llevada a cabo por López, consiguió dar de baja el mayor canal de difusión de odio en Latinoamérica con nexos con España. El canal de YouTube donde se promulgaba el odio de raza, religión, sexo y antiaborto, llevaba generando contenido, ocho años y contaba con 189.000 seguidores, 3.000 vídeos y 33 millones de visualizaciones.
Tras meses de trabajo, López asegura que la problemática para conseguir eliminar estos grupos de odio en las redes sociales, se centra en cuatro puntos clave:
- Al denunciar a la plataforma un vídeo con contenido odioso, se da de baja el vídeo y no el canal, por lo que cuándo la justicia inicia el proceso, el contenido ya no estaba disponible.
- Las plataformas necesitan datos para poder eliminar el canal entero.
- No existe un protocolo de odio entre plataformas.
- Las plataformas se acogen a un código de conducta inexistente.
Y si convenimos en que lo malo vende más que lo bueno, algo que vemos en los medios de comunicación convencionales, consecuentemente López enfatiza que los algoritmos se entrenaron para distribuir lo que más vende, o sea lo malo. En una columna de Perfil, el periodista concluyó: “El odio es al negocio de las redes sociales lo que la nicotina al negocio del tabaco. Dijo Shakespeare que ‘si las masas pueden amar sin saber qué, también pueden odiar sin mayor fundamento’.”
Para más información, pueden visitar la página web de Fuente Latina: www.fuentelatina.org
Para entrevistas o documentación adicional pueden contactar a Bertha Merikanskas
bertha@fuentelatina.org
Para entrevistas o documentación adicional pueden contactar a Rafael Aníbal Rafael@fuentelatina.org